jueves, 24 de diciembre de 2015

Las huellas


Con frecuencia me pregunto cómo sería el ser humano  si no hubiera  violencia.
Si no tuviésemos presente el temor  al golpe o a la patada. Si no conociéramos el horror  del hambre o de la cárcel.
Si no creyéramos como algo posible vivir  la incertidumbre de un exilio o de una frontera cerrada a cal y canto.
Si el  palimpsesto con que el que venimos a la vida, con el que  recorremos escuelas, trabajos, calles, rebeldías, hubiera desparecido para siempre.
No puedo creer que la humanidad no sepa vivir en paz, no me puedo creer que los hombres y las mujeres acepten el sable como inevitable, que sea inevitable la bofetada, el insulto, el grito, la masacre.
No puedo creer que aceptemos como irremediable la injusticia impuesta sobre millones de seres.
Por esto me pregunto, ¿cómo será de hermoso y apacible el hombre en paz enteramente?, ¿cómo será esa mujer que no conoce ni a dioses de barro ni a esclavos?
¿Cómo  serán sus miradas, sus horizontes, su piel estremecida a ratos por la lluvia, a ratos por la risa de un niño que es mecido hasta dormirse?
¿Como será ese asombro de vivir sencillos, sin el peso del  miedo que lacera?
¿Cómo será vivir  con la historia mirándose en el espejo sin ojos que la deformen, sin lápices que la escriban y la atrofien?
Me pregunto estas cosas de poeta, ahora que las preguntas escasean  porque no encuentro un bálsamo que consuele esta visión monstruosa de lo humano. No es fácil creer cuando alrededor el desasosiego se clava en cada casa con cada violencia repetida.
Es cierto que aisladamente, como archipiélagos colosales,  conocemos seres humanos en toda su grandeza, los vemos diariamente inmensos, generosos y desafiantes batirse en duelo en las calles, los vemos a la intemperie señalando el dolor de vivir  triste y desahuciado, los vemos en remotos países y aquí al lado, apuntalando la existencia de quien lo ha perdido todo.
Soy capaz de reconocerlos desde lejos, auténticos y  libres. Ojalá se multiplicaran  millones de veces, y lo extraño, entonces fuera ver  desenvainar el rifle, golpear con saña, explotar niños, fabricar guerras.
                                             ----
  Deseo vivir en un lugar donde hablar de paz no sea extraordinario, donde la violencia sea acorralada aunque lleve máscaras.
Cuando pienso en mi propia vida, lo hago con la curiosidad del restaurador de muebles. Reconozco la carcoma, los barnices que mano sobre mano se han ido agarrando a la piel, veo las cerraduras oxidadas, el olor intenso del paso del tiempo.
Como si esta vida mía fuera representativa de una época o de una sociedad repaso las personas que estuvieron a bordo de mi misma,  los lugares por los que caminé, cada una de las contingencias con las que he debido enfrentarme y en todas encuentro un nexo común, aprendido como inevitable, interiorizado como inexcusable: la violencia. 
Primero la violencia en la casa,  después en la escuela, después en la adolescencia con las detenciones, la represión en las calles, los asesinados con cal o con picana, después los trabajos, explotada, humillada, después o al mismo tiempo las relaciones personales a veces tortuosas o toxicas, después lo viajes por otras patrias. La violencia està tan presente en nuestras vidas que casi no la percibimos, nos hemos aclimatado en ese territorio hostil y subsistimos a duras penas, a veces alegres.
Soy ingenua, lo sé,  no quiero morirme sin conocer la paz entera.
Quisiera andar los caminos con todas mis preguntas y también con algunas respuestas.
Quiero mirar al hombre, al niño, a la mujer  y comprobar que en su piel no hay marcas, que en su mirada no hay marcas, que en sus ideas no hay marcas, que en sus corazones no hay marcas, de violencia, de impotencia, de rabia.
En fin, moriré, qué duda cabe, quizá de muerte natural, pero esto es poco probable.
Moriré  y eso será todo.

Quizá antes de morirme, quien recoja mi cuerpo o cierre estos ojos o me agarre la mano, sea libre y pacífico y sepa hablarme al oído como si estuviéramos solos y nunca, nunca, el odio hubiera sido parido.

Sopelana, 24 diciembre, 2015

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Manifiesto en soledad


No puedo  escribir a espaldas de la vida, como si este oficio fuera  ocultar  distraídamente los ríos de sangre, los manantiales de sueños, las memorias sepultadas, los ejércitos de paz que pisotean crimen tras crimen.
En estos tiempos de muertes evitables urge declararse en rebeldía. Urge  desenvainar la palabra  para clavarla en la yugular de la barbarie. No es bastante con lamentarnos del mundo en el que vivimos, debemos tomar partido y disparar ráfagas de protesta contra todas las formas de indiferencia.
No soy una poeta pesimista ni apocalíptica soy capaz de reír y de cantar. Aun puedo contar estrellas y caminar sin ritmo ni destino por los sueños o por  los libros.
Pero ser estúpidamente optimista no me impide ver el futuro como un lugar uniforme, con menos aire y menos semillas, con menos lenguas, más látigos y más depredadores.
El mundo que seguramente viene pariéndose desde que el capitalismo se hizo dueño y señor de casi toda la tierra es un lugar en penumbra con la sola luz de las monedas, donde nada vale o todo tiene un precio, desde el tiempo hasta los partos, desde los úteros hasta los sudarios, desde los frutos hasta los panes y los peces.
Todo tiene un precio ahora mismo y todo tendrá su valor en el mañana.

 Cada cuatro años elegimos quienes podrán distribuir nuestras pobrezas.  Las urnas son la excusa para legitimar la violencia.
 Las guerras que se inventan  son los salvoconductos de los codiciosos  para ordeñar las patrias ajenas hasta dejarlas resecas.

En Argentina, en Grecia, en Siria, en el Estado español.
En África, en Asia, da igual.
El imperio de la codicia triunfa y no importan las muertes ni los bombardeos, no importan los desiertos que crecen, ni los diluvios, ni los bosques que desparecen.
Mueren los pájaros y los nómadas.
Mueren los mares y la lluvia y los glaciares.
Y el suelo se mueve y se mueven los pueblos desesperadamente.

Y todos reconocemos la farsa de las democracias pero aún así, esperamos que con nuestro voto los siguientes años, cambiarán las cosas: abrirán las cárceles, se congelarán las bombas, se multiplicaran las casas.
Decidimos ignorar  que no somos libres, que andamos vigilados, que peligran las voces, que vivimos hermanados con todos los pueblos porque a todos nos crucifican con los mismos métodos, con las mismas mentiras, con los mismos espejismos.
Mansos hijos de la barbarie.
Y comprendo el optimismo que impera hoy día. Es necesario, a veces, convencerse de que será posible, con el mínimo esfuerzo, torcer el tobillo al destino amargo y letal del capitalismo.
No cambiará nada con los votos. Nada.
Es parte del juego, de la trampa, dejarnos votar, hacernos responsables.
Pero no saldremos de las arenas movedizas si para salir de ellas creemos que las opciones políticas tirarán de nuestros brazos  hasta salvarnos.
Ni en EH, ni en Chile, ni en Irlanda, Ni en Túnez.
Las elecciones son maniobras de distracción donde, mientras vivimos la ilusión de cambiarlo todo, las oligarquías continúan con su delirante expolio.
Y nada les importa. Nada.
Nada temen.
Lo quieren todo: los brazos, los bosques, las banderas.
Pagan con sangre ajena.

Por todo esto yo no creo en la libertad de las democracias que padecemos. No creo que las elecciones sean transparentes, sin mácula.
Los medios de comunicación, las encuestas, los debates televisados se encargan de dirigir lo pensamientos, de acomodarlos pa que todo sea màs de lo mismo.
Y si aún así  los resultados no convencen, pues se ilegalizan partidos o se encarcela a los que desafían esta gran farsa. La banca siempre gana.
Por esto me planto.
Aquí me quedo,
nos vemos en las calles
entre el verso y el pan
entre el pan y la tierra,
entre la tierra y la vida.

No cuenten conmigo,
para  ir a las urnas.
No cuenten conmigo para pagar a escote
a tanto ladrón del cielo,
del suelo
de la paz
y de las patrias.

Sopela, 9 de diciembre 2015


sábado, 21 de noviembre de 2015

La tele y los malos


Soy una mujer corriente y  tengo la insana costumbre de sentarme en el sofá y encender el televisor. Al instante empiezo a sentir  como si a mi mente le hubieran declarado  la guerra; me bombardean por todos los flancos con imágenes estremecedoras, me cuentan relatos espeluznantes, me muestran mapas, libros, razones y banderas.
Me explican con todo detalle quienes son los malos y por què es urgente neutralizarlos.
 A todos, porque  entre ellos, mezclados, están los peores, los que se colocan el cinturón de metralla, los que degüellan frente a la pantalla, los que toman droga y disparan a todo el que se mueva.
Son mis enemigos entonces, los culpables de las masacres, pero sólo de las masacres que suceden en Occidente, las demás qué y a quién importan.
Quieren vengarse, por eso matan.
Quieren someternos, por eso matan.
Quieren que todas las mujeres nos tapemos la cara, por eso matan.
Quieren imponernos un diosito que lleva turbante y barba, por eso matan.
Después salgo a la calle  y veo personas similares a las que me mostraron, igual vestidas, igual de escurridizas, hablan igual de raro y se arrodillan cinco veces pa rezar mirando hacia un mismo lado,. Tienen muchos hijos. Viven de prestado, llenan los barrios de ruido, de esencias, de cantos raros.

Les miro sin parpadear por si alguno de ellos hace un gesto extraño y volamos.
Ojalá se vayan todos.
Regreso a casa, me siento enfrente del televisor y escucho que Francia ataca  a Siria de nuevo.
No me extraña, pienso, son muy malos.
Francia debe matarlos.
Francia debe cerrar sus fronteras a cal y canto, expulsar a todo el que pueda, detener a los más jóvenes, porque son los más sospechosos, iniciar una cacería donde no hay jungla si no ciudades luminosas y asfalto.
¡Ay, Francia, cómo defiendes tu patria ¡
¡Ay EEUU, cómo apoyas a  quienes sufren las consecuencias del terrorismo islámico¡.
Qué suerte tener al imperio sobrevolando también nuestro espacio aéreo.
Se ha hecho tarde, me voy a la cama, dormiré plácidamente porque sé que aunque me vigilen de día y de noche, aunque me detengan por estornudar  o por gritar verdades al aire, lo hacen para protegernos de ese  enemigo que está en todos los lados
Y ya no me importan esos seres humanos que se agarran a la valla tan desesperados, no quiero que vengan, muchos vienen a matarnos.
Y quiero que echen a todos, no me gusta que sus hijos se mezclen con los míos, no me gustan esas madres que llevan pañuelos en la cabeza y visten de largo.
No me gusta que hablen su idioma porque seguro están conspirando para atacarnos.
No me gustan, no.
 Los veo todos los días detrás de la pantalla, unos en Bélgica, otros en Paris, bien diseminados.
Qué bien que controlen las calles, qué suerte estar vigilados, qué bueno es saber  que detendrán a todo aquel que les parezca raro.
Qué patrias tan grandes, que guerras tan justas, castigan a los malos  y los buenos, tan buenos, se unen pa derrotarlos.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Biografìa poètica


Cuando me preguntan cómo llegué a la poesía mi respuesta es: rota y a los 28 años.
 A esa edad  se produjo un quiebre en mi vida, algo así como una tormenta interior que me sacudió dejándome en ruinas.
En aquel año o en los meses siguientes descubrí que el cordón umbilical que me unía a la vida era la palabra y a través de ella, atravesada por ella, encontré la poesía y me quedé a su lado.
Recuerdo aquellos días, de pie, en las librerías, leyendo los libros que no podía comprarme, descubriendo autores, memorias, ecos de sentimientos que yo también guardaba.
Hora tras hora, semana tras semana, leía voraz y gratuitamente.
En aquellos dos años que me costó encontrar a Silvia entre los escombros, nació un poemario que titulé “Y que hablen en mis palabras todas ellas”. Me atreví a reescribir la historia, a poner voz a mujeres de la Biblia, a mujeres de la mitología, a mujeres escritoras, a mujeres que hicieron historia y las dejé hablar, como yo pensaba que debían hacerlo. Sin los mandatos del patriarcado.
Y con aquel poemario, sin madurar y sin publicar marché a México, al encuentro de mujeres poetas del País de las Nubes de Oaxaca. Nunca pensé que permitirían a una poeta como yo, (que recién empezaba), compartir con poetas del mundo versos tibios de una mujer de la que nada se sabía.
Sucedió que mis poemas llegaban a la gente, a los jóvenes en las universidades, a los empobrecidos en las plazas. Me sentí unida a todos los que en medio de aquel silencio reverencial se rompían al terminar.
Regresé a casa con el convencimiento de que ese era mi lugar en el mundo. Había nacido dos veces. El último parto de mí misma, sin lugar a dudas, era el de poeta.
Seguí escribiendo, día a día, arrancando horas del sueño y del cansancio, evadiéndome en los trabajos en los que mientras limpiaba casas o cuidaba enfermos o servía cervezas en los bares yo pensaba en los versos que escribiría o en los poetas que iba conociendo.
A los meses de aquel encuentro en Oaxaca, volví a México, esta vez a Ciudad Juárez. Después fui a Argentina, después a Cuba, países que abrazaban mi poesía, personas que se interesaban por mi escritura, por mis libros, por mi manera de interpretar el mundo o la realidad o la palabra.
No dejaba de escribir, había auto editado un libro, había escrito otro de canciones de cuna, otro de elegías, gané un premio con otro poemario, publicaron otro a mi regreso de Palestina y auto edité otro, el último, “Los partos de la bestia”.
De esto hace ya algunos años.
Pienso que no soy una poeta mediocre, me tomo muy en serio este oficio.
Me tomo muy en serio la responsabilidad que tengo como escritora con conciencia.
He andado un camino largo, he tenido la suerte de encontrar mujeres y hombres extraordinarios, que me han confiado sus desasosiegos, sus luchas, sus miedos, sus esperanzas. Mi poesía se ha acercado a ellos con las manos limpias, con el respeto que merecen los que apuestan todo o nada para mejorar nuestras vidas. Las de todos.
Ahora mismo estoy inmersa en la escritura de un poemario nuevo.
Como otros libros que he escrito nace de un viaje. En otro país, Andalucía.
Va creciendo al mismo ritmo que voy dinamitando mis fronteras mentales, al mismo ritmo que voy dándome cuenta de que la historia es un archipiélago donde aisladamente cada pueblo intenta curar unas heridas que sólo el océano de la infamia causa.
Y como siempre, mientras voy arrancando versos, nombres, estructuras al imaginario me surgen preguntas sobre la inutilidad de lo que hago o la difusión escasa que tendrá mi esfuerzo o si realmente merece la pena gastar tiempo y dolor en un proyecto que estará, como ha sucedido tantas veces, rodeado de silencios
Por eso me urge recordar aquellos días cuando leía mis poemas primeros en las plazas de los pueblos mexicanos y sentía que era útil, que para ellos era útil que una mujer llegada desde tan lejos fuera el eco de sus corazones.
Cuando vuelvo atrás y recuerdo tantos ojos, tantos pueblos, entonces los silencios que me rodean, se vuelven necios.
Creo que debo continuar escribiendo, no sólo estos poemas que se caen de mis manos desde que vine de Andalucía, también  otros, hasta el fin de mis días.
Quizá es cierto que no sirven de nada, pero he visto demasiados hombres y mujeres eternamente callados y por esos pocos que aún gritan merece la pena asumir cualquiera de los riesgos.
Como decía al principio llegué a la poesía tarde, sin andamiajes académicos. Le doy las gracias por acercarme a la muerte y a la risa y por permitirme saber que la ternura es posible.
Me regaló la voz y me puso a andar en este difícil camino de ser libre.

sábado, 31 de octubre de 2015

El delito


Hasta mover los labios va a ser delito,
hasta morirse de hambre,
hasta dormir a la intemperie,
hasta quejarse.
Va a ser delito  amarse con andrajos,
 reírse sin motivo,
enloquecer a todo trapo.
Va ser delito respirar aire limpio cuando todo está podrido,
señalar los lutos de los  están vivos,
arrimarse a banderas, a templos, a fronteras
que no sean las correctas,
arrancarse con rabia la pena de vivir este tiempo lento de utopías
lento,
lento,
lento.
Va a ser delito ponerse
de pie en un mundo que encarcela
los gestos, las palabras, las ideas, las quejas.
En nombre de la libertad
la justicia fabrica  cadenas
para ti, para mí,
para los que nos negamos a vivir
entre el bostezo y la indiferencia.

lunes, 19 de octubre de 2015

No pago

¿Qué país, qué pueblo, qué cuerpo es soberano si tiene que pagar una deuda inmensa?
¿Qué puede decidir un país, un pueblo, un cuerpo, si primero debe pagar a tocateja?
Para ser soberano  es urgente romper esta cadena.
No engrasarla pa que haga menos daño.
No disimularla pa que no se vea tanto.
No tenerla quieta pa que no la oigan los oídos más castos.
¿Quién puede hablar de libertad si tiene la amenaza clavada en su costado?
Si a cada paso que da lo están vigilando.
Si los cobradores imponen sus abecedarios macabros.
Ser soberano es decir no a los tratantes de esclavos,
a los que arrodillan banderas en nombre de la usura y del crimen organizado.
Es decir no, yo no pago.
No pago con mi cuerpo.
No pago con mi hambre, ni con mis brazos, ni con mi frío, ni con mis hijos.
No pago con mis enfermos, no pago con mis ideas ni con mis libros.
No pago.
Si pagamos, esta vida, nuestras vidas,
estos pueblos, nuestros pueblos,
seràn para siempre cautivos
y es ahora cuando podemos remediarlo.

viernes, 16 de octubre de 2015

Muertos de tercera


Un mundo que contempla a niños tiroteados, esposados, encarcelados  y no parpadea es un mundo que avergüenza.
Pero si además justifica a los asesinos  y los premia con la compasión y los negocios es un mundo rematadamente enfermo.
Digo esto porque en Palestina cae la infancia asesinada. Sin culpa ni remordimiento, les dan diariamente el tiro de gracia.
Sin embargo si cae un niño blanco, uno cualquiera, en su blanca calle, con sus zapatillas blancas, con su pelo claro y su piel de nàcar,  el mundo, entonces, alza la voz, contundente, demoledora, atàvica y exige no justicia, venganza.
Lo de siempre, muertos de primera.
Los sicarios caminan firmes, no les pesan los muertos que arrastran.
La historia les absuelve, les absuelven los medios de propaganda, les absuelve la sociedad y sigue el carrusel con sus matanzas.
Nada valen, nada pesan en las conciencias, son habitantes menudos en un infierno donde el delito es sobrevivir lanzando piedras contra las bestias.

domingo, 11 de octubre de 2015

Retrato de una poeta


Vengo de un silencio inmenso, apenas la ronca voz de mi padre se oyó deletreando blasfemias entre el vino y las broncas.
Apenas esa voz y la de mi  madre, eco obediente de la voz de los hombres.
Vengo de ahí, de esa tierra estéril en palabras, yerma.
Fui creciendo como una sombra, callada, frágil, sin mástil donde asirme de las embestidas del amor y de la vida.
Pienso que aquel hielo  en las arterias, aquella infancia asilvestrada, aquella adolescencia sembrada de rubores y tinieblas, de miedo a ser amada  fue forjando a la poeta que soy ahora.
Esa afonía  que se impuso en los  primeros años apuntaló la palabra en mi destino. La hizo  porvenir.
El cordón umbilical con el que agarrarme a los otros.
Pero afuera, en el mundo, todo parece callarse a pesar del ruido.
Los pueblos gritan, como gritaba yo en sueños allá en la infancia, e igual que entonces me sucedía a mí, nadie parece levantarse en mitad de la noche para atravesar los pasillos del espanto y salvarlos del terror hasta que se hace el día.

Afuera, febrilmente, dejo mis poemas como si fueran  un abracadabra  y como cuando era niña me quedo a esperar si se rompe el silencio y nace de su entraña terrible un lugar nuevo donde  nadie grite de noche, donde no haya pesadillas, donde la palabra se derrame sin dolor, tibia, entrañable y se llene, al fin, de canciones la vida.

viernes, 9 de octubre de 2015

Propuesta de gobierno en democracia

Propuesta de gobierno en democracia:
Presidente de gobierno: una republicana
Portavoz: una víctima de gal

Ministro de asuntos exteriores y cooperación: una emigrante.
Ministro de justicia: un preso de conciencia.
Ministro de defensa: un anarco pacifista
Ministro de hacienda: un trabajador autónomo
Ministro de interior: una torturada
Ministro de fomento: un obrero de la construcción
Ministro de educación, cultura y deporte: una poeta
Ministro de empleo: una desempleada larga duración
Ministro de industria, energía y turismo: un ecologista
Ministro agricultura, alimentación, medioambiente: una jornalera
Ministro de economía y competitividad: una ama de casa
Ministro de sanidad, seguridad social e igualdad:. una mujer maltratada

martes, 6 de octubre de 2015

Genocidio en A


Genocidio: Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad.
Ni siquiera la propia definición de la RAE nos incluye.

Es decir, se nos mata, sin importar fronteras, ni pobrezas, de manera sistemática, por los siglos de los siglos sólo por ser mujeres y ni siquiera somos visibles en unas cuantas palabras que definen el horror de la humanidad.
Somos la mitad, pero la mitad hambreada, violentada, asesinada.
La mitad que no cuenta.
La mitad que vive el horror en la misma entraña.
En las guerras se nos viola.
En el trabajo se nos humilla.
En las calles se nos desprecia.
En la política se nos ignora.
En las casas, ay, en las casas, intramuros, en silencio, muchas viven en jaulas donde nadie canta.
El sistema produce monstruos.
Ancladas en un amor tóxico, chantajeadas, atrapadas en la ciénaga del insulto y el desprecio, del golpe y las cicatrices, su porvenir es sobrevivir a duras penas.
Y da igual blancas, negras, madres, hijas, aquí o fuera.
Da igual jóvenes, viejas, guapas, feas, ricas, mendigas, obreras.
Da lo mismo, se nos mata por ser hembras.

sábado, 3 de octubre de 2015

Nuestros viejos, nuestras viejas


No puedo evitar pensar que hasta el momento no  hemos conseguido ni siquiera un poquito de justicia pa nuestros viejos, pa nuestras viejas.
Van muriendo como si nada
Década tras década, sepultura tras sepultura. puñados de desprecio sobre vuestra memoria.
Y caminamos por las calles, ausentes, desenfadados, rebeldes, cansados y a nuestro lado un anciano arrastra su bastón  o desea hablarnos en la cola del supermercado  o lo vemos leyendo el periódico en un parque o de la mano de sus biznietos y no detenemos el paso  pa preguntarles qué hicimos con sus ideas después de ser tiroteadas, qué fue de su lucha al hacerla nuestra  o por qué  aún no conocemos una democracia de veras.
Es triste saber que se mueren sin abrazar la bandera por la que perdieron la libertad y a justicia.
Nuestro presente es otra condena en el umbral de su agonía.

Tanta política del escarmiento.
Tanta cabeza rapada, tanto paredón y  delaciones.
Tanto exilio y cárcel y cruz.
Tanta muerte desabrochada.
Tanto daño a un pueblo que amaneció soñando y se acostó envuelto en un sudario para comprobar que de alguna forma hemos traicionado su legado.

Y van muriendo gota a gota.
Y  siempre son nuestras las derrotas.
Los fascistas ganan por las balas o por las urnas
y nuestros viejos,
nuestras viejas se mueren
nombre a nombre.

Sin una sola victoria.

jueves, 1 de octubre de 2015

La segunda transiciòn

Últimamente a la gente ilustrada le ha dado por decir que estamos viviendo la segunda transición.
¡Toma castaña ¡
Otra transición que se sustenta  sobre desmemoria, sobre crímenes impunes, sobre banderas destrozadas a golpe de tortura y de guerra sucia, sobre cárcel, suicidios, hambre.
Y es cierto que ha habido cambios: Ya no llevan corbata los políticos.
Ahora la pelea no está en las calles, con las barricadas, está en las redes con 140 caracteres.
Ahora es delito pintar en las paredes y hablar mal de los reyes.
Ahora la salud es pa quien la pague, los viejos se pudren meados, los trabajadores no saben que son esclavos y vivimos todos en precario.
Ahora los torturadores son señores venerables.
La policía puede detener si se juntan a tejer tres o más mujeres.
Los niños van desnutridos a las escuelas donde se les enseña que la cruz es el lugar de los pobres.
Y esta es la segunda transición que dicen los ilustrados pa convencernos de las bondades de los cambios.

Pero qué quieren que es diga, yo  sólo he visto que las urnas se van llenando de sangre desde que el asesino murió en su cama hasta la fecha de hoy, que seguro alguien desahuciado, se arrojó por la ventana.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Askapena


¿Ey, alguien se acuerda de Euskal Herrìa?
¿De ese país chichito al norte de la península ibérica?
¿Hemos olvidado que ahì desde hace tiempo se encarcela a políticos, sindicalistas, abogados,  jóvenes combativos, periodistas y se tira la llave a las cloacas?
¿Aguien recuerda que aquí casi todo es delito mucho antes de la ley mordaza, mucho antes?
¿y las herriko tabernas?
¿y el Egunkaria?
¿y Egin?
¿ y la dispersión?
¿y las torturas?
¿Y os 80000 euros recaudados en la manifestación por los presos?
¿Sabemos que en octubre será el juicio a cinco internacionaistas vascos acusados de terrorismo?
Es decir,   se jugaràn seis años de libertad en una democracia donde se procesa la solidaridad.

¿què será lo siguiente?

jueves, 24 de septiembre de 2015

La cruz y la espada


Vaya con el todopoderoso, su representante en la tierra anda de parranda.
Que si Cuba, que si Obama, que si pide paz, que si pide justicia…
Una caricia a un niño, un besito a una madre de luto, unas palabritas que sirvan de analgésico a los crucificados...
Y todos tan contentos, el Bergoglio dice lo que todo dios quieren escuchar.
Sus feligreses lo adoran y  deciden ignorar a qué personajes han ensalzado y protegido a lo largo de su larguísima historia.
En lo concreto, en el Estado español con el asesino Franco, en lo concreto, en Argentina, con Videla, en Chile con Pinochet, en Paraguay con Stroessner, en lo concreto cubriendo de silencio las violaciones de niños, enriqueciéndose obscenamente con sus tejemanejes inmobiliarios, coaccionando gobiernos pa seguir engordando las arcas, despreciando a las víctimas que ellos mismos señalaron, actuando con mano de hierro con aquellos que dentro de su seno cuestionan su cinismo.
Y lo cierto es que las iglesias aquí están vacías, pero su presencia es permanente, sus latigazos se reciben ahora con las ansias de libertad de Cataluña, ahora con el aborto, ahora con la homosexualidad, que si las escuelas, que si las mujeres maltratadas, que si la promiscuidad, que si el Sida…  y todos los gobiernos se arrodillan ante sus caprichos. Ceden a sus presiones.
Permiten que su moral se haga ley.
A mí el tipo este, el Bergoglio, me resulta igual de rancio y de fascista que los otros. Yo sé que hay zurdos que lo miran con buenos ojos, que incluso desearían ser recibidos en audiencia por él pero qué quieren que les diga, rondo la cincuentena, soy mayor pa creer en los cuentos.
Jon Sobrino dijo: “hay que bajar al pueblo de la cruz”,  fue denostado por esto y por ponerse del lado de los oprimidos, de los masacrados.
Lo que llevan haciendo los mandamases de la Iglesia es precisamente lo contrario, apuntalar al pueblo en la cruz,  clavarlo más si se sueltan, ponerle coronas de espinas, hincarle dagas en su costado y si alguien se acerca a liberarlo, demonizarlo.
Que me perdonen los creyentes buenos, los sacerdotes buenos, los que efectivamente hacen de su vida  solidaridad y justicia.

Pero las consecuencias del  despotismo  de sus jefes omnipresentes son tan  infames que se pagan al contado con barbarie.

martes, 22 de septiembre de 2015

Trono, tricornio, altar


Aquí quien manda es el trono, el tricornio  y el altar.
Como en aquellos tiempos no tan pretéritos.
Y como en aquellos tiempos no tan pretéritos, las càrceles están llenas de gente que no es genuflexa.
El derecho de pernada, la mano de obra esclava, la hambruna puerta a puerta.
Las calles silenciosas, los sindicalistas  comiendo mariscadas, los obispos metiéndose como siempre en nuestros ovarios, en nuestra independencia, en nuestras escuelas y letras, la monarquía blindada por los bufones y cortesanos que rentabilizan cada besamanos.
Las fuerzas de seguridad asegurándose el salario con detenciones arbitrarias, acusaciones sin sentido.
Con la ley mordaza en su mano, todo es posible.
Y el miedo derramado por todas las esquinas.
Trono, tricornio, altar.
Los tres pilares que sujetan por la fuerza nuestros pueblos, nuestras banderas, nuestras ideas.


sábado, 19 de septiembre de 2015

Israel, genocida¡


Israel es un estado asesino. Con un ejército asesino, con una población   rematadamente psicótica  que  brinda por las muertes de niños.
Israel es esto y más.
Es una fábrica de exilio, de cárcel, de terror, de exterminio.
Es una bandera tan llena de sangre, tan llena de lágrimas, tan llena de rabia, que  será  recordada  por  el dolor que derramó  sobre un pueblo al que quiso someter como a un esclavo.
Israel día a día ve como caen los cuerpos ametrallados de cientos y cientos de seres humanos y no le tiembla el pulso al apretar el gatillo.
Sabe que puede hacer lo que le venga en gana, Israel manda.
Manda su simbólica podredumbre.
Y no es bastante con decir basta. No es bastante con solidarizarse con los crucificados una y otra vez.
Debemos decir que hay un estado que después de una masacre, inventa otra y otra y otra hasta cumplir su objetivo de dejar esa tierra sólo para ellos, para los hijos de Sion, para los hijos de un dios que da terror.
El tiempo pasa.
El mundo consciente se estremece y los cómplices, los aliados, los rentistas, los mercaderes, los cínicos, los hipócritas, los indiferentes, los genuflexos, los poderosos, miran para otro lado, no les importa.
Avergüenzan la humanidad que llevan a rastras.
Horrorizan la vida.
Odio su bandera, odio a los genocidas y odio a los que se quedan a medias, cobardes inútiles, cobardes silenciosos, por vosotros sigue esta barbarie.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Impunes y con honores, los torturadores.


Qué mujer partió su cuerpo para parirte.
Qué infancia te pudrió,
qué letras, qué iglesias, qué plomo se coló en tus huesos
hasta hacer de ti quien eras.
Cómo llega un ser humano  a tener tu oficio,
de 8 a 5,
con horas extras,
con paga doble,
con muertos sin remorder una pizca tu conciencia.

Qué ideas, qué alcobas,
que desprecios o qué honores
te regalaron  los gritos ajenos,
el miedo pegajoso supurando entre tus dedos,
las pieles abrasadas asfixiando el aire que tú mismo respirabas.

Qué madre
ajena al monstruo que germinó,
alimentó tu hambre,
curó tu insana existencia,
durmió tus sueños de hiel y mierda.

Qué madre no abortó
al niño que se hizo bestia.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Otra guerra, otra.


Cuánto ruido hay en el aire,
cuánto ruido de tambores y de sables,
cuánta gente,
cuánto pueblo ajeno a la barbarie.

Cuánta bandera bendecida por criminales de la pluma,
por sicarios de las letras,
por mercenarios de poemas,
por ilustres pensadores con malas influencias.

Cuánto harapo, cuánta hambre,
cuánto muerto por las calles.

Y yo sólo soy poeta mientras se excusa otra guerra.
Sólo palabras, sólo impotencia,
sólo rabia en mis arterias,
sólo manos agarrando este corazón que revienta.
Otra guerra,
otra.
Otra derrota en la tierra.
Suena el réquiem de la paz
y el mundo ni siquiera tiembla.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Son de los nuestros


Y claro, como los medios están preocupados por las riadas de Japón, por la patada de la reportera, por los catalanes y su ansía de independencia, por el número de refugiados asignado como si fueran piedras, por si el rey se tira un pedo o varios, por el clima bueno, malo regular, cálido, templado frío, gélido, por el futbol, por Venezuela y la escasez de papel higiénico y un sinfín de noticias es normal entonces que la muerte de al menos cuatro trabajadores pase desapercibida.
Poca cosa, sucedió en Andalucía.
Poca cosa, eran jornaleros.
 Poca cosa, eran lituanos y rusos.
Nada, muertos casuales de tercera.
 El destino  se llevó los cuerpos dormidos plácidamente en el confort de un desagüe.
¡Qué mala suerte ¡
¡Silencio!
Los medios se encargan de echar sobre estos cadáveres indiferencia.
Nadie habla sobre su esclavitud, sobre su desarraigo, sobre la humillación de subsistir en condiciones feudales.
Nadie habla de ellos, apenas sus nombres y su origen pa dejar bien claro que no deben importar a nadie.
Son de los nuestros, joder. los  que venden puerta a puerta, los que caen fulminados por el calor y el hambre, los que viven a la intemperie, los superexplotados.

También son de los nuestros los  vomitados en silencio por este sistema tan bestia.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Soy una miserable

La verdad es que estos días me siento una miserable.
No es que no tirite de horror con el éxodo, las penurias y los andrajos de los refugiados. No.
Sucede que a la vez me vienen otras imágenes a la memoria, otros recuerdos, otras rabias  paralelas: los estudiantes de Ayotzinapa, la fosa común la macarena, el tren “la bestia”, los bombardeos en Ucrania, los periodistas asesinados, las masacres de Palestina, Irak, etc.
Y siento bastante estupor por el interés mediático que esto suscita y la invisibilizaciòn de otras víctimas, de otras guerras, de otras violencias imperiales, de otros intereses codiciosos y dominantes.
Y me siento una miserable porque yo no pondré flores en un jarrón pa recibir a una familia siria en mi casa, yo no sonreiré pletórica cuando una cámara me enfoque, continuaré señalando  a los culpables que generan muertos de primera de segunda y de tercera   mientras el pueblo con el corazón bombardeado por una foto, se desgarra con el mea culpa y se prepara para ser solidario sin preguntarse:
¿Por qué?
¿Para qué?
¿Desde cuándo?
¿Quién?
¿Quiénes?
¿Hasta cuándo estará la humanidad soportando  los golpes de pobreza y de espanto?

Perdonen a esta poeta  miserable, perdonen que no tenga flores, ando zurciendo sudarios con mis poemas, el mundo es una barbarie.

jueves, 3 de septiembre de 2015

La hostia


La hostia que hemos recibido en la conciencia estos días nos ha dejado tiritando.
Niños muertos sobre la arena.
Alambradas.
Desesperación por manadas.
Trenes cargados de seres humanos que huyen del horror.
Muros, cuchillas, mares convertidos en sepulturas inmensas.
Andrajos, miedo, muerte.
Y nosotros, que olvidamos fácilmente contemplamos esto como si fuera nuevo.
Como si no existiera Gaza, ni Ucrania, ni Irak.
Como si el mar no fuera desde hace decenios un enorme cementerio
Como si fuera la primera vez que un país o varios huyen del espanto de una guerra inventada lejos por la codicia y sus turbios manejos.
Y todos queremos ser solidarios, deseamos abrir nuestras casas, ser mejores  en mitad de tanta desolación.
Pero la maquinaria sigue su trabajo demoledor, escupiendo sangre, huesos, patrias, infancias.
Y yo, que cada día me siento más vieja y cansada, me pregunto a estas horas, ¿qué será lo siguiente?, ¿con qué argumentos?, ¿hasta dónde permitiremos que lleguen los que se reparten la tierra y esparcen los cadáveres?
 Vivimos tiempos democráticamente homicidas,  ¿en nombre de qué o de quiénes?
La respuesta es simple: El horror  es demasiado rentable para ponerle límite, ¿vamos a permitirlo más siglos?