jueves, 30 de junio de 2016

Empecemos de nuevo


El miedo a no hacer historia debería ponernos de acuerdo.
Las embestidas a la clase trabajadora siempre son feroces, pero en estos últimos años nos han dado ostias por todos los lados y salvo casos excepcionales, ponemos la otra mejilla pa ir rápido del nuevo al trabajo o al paro.
Y no es que no tengamos espejo donde mirarnos, todo lo contrario.
Hay mucho trabajo por hacer, los hambreados ni siquiera saben que lo son, los trabajadores ni siquiera saben que lo son, los derechos han sido arrancados y parece como que no se echan de menos aquello tiempos donde la fuerza sindical mantenía a raya a los dueños de nuestro tiempo y de nuestros brazos.
Mañana, seguro, otro hombre se abrasará con gasolina a la puerta de un ministerio, otra mujer se arrojará por la ventana pa no verse sobremuriendo en la calle, otros niños mirarán el pan de otros y pensarán que la mala suerte  hizo que  nacieran en el lugar equivocado, otros jóvenes marcharán lejos sin la esperanza de un regreso, otros viejos se dejarán morir porque no hay con qué pagarse las boticas, la luz, el agua.
Otros hombres y mujeres trabajarán por unas horas o trabajarán jornadas interminables o vivirán la incertidumbre de los despidos fulminantes, de las condiciones infrahumanas, del “cállate” que hay muchos esperando pero aún hoy se vive todo esto como males individuales que azotan puerta a puerta.
Creo que no todo está perdido, es verdad, lo decía al principio, hay mucho trabajo por hacer, mucha alienación por destruir y no valen lamentos a esta hora.
Es tiempo de construir, poco a poco, hombro con hombro, tenazmente, sin dejarnos embaucar una vez más por los cantos de sirena, amarrémonos fuertemente al mástil de la conciencia. Cada emigrante, cada desempleado, cada trabajadora doméstica, cada poeta, o panadero, o repartidor de propaganda o vendedora de claveles por la calle, cada maestro o autónomo o estudiante, cada uno de ellos, de nosotros, tiene la llave que abre la puerta de la victoria y la llave que cierra la puerta de la explotación y de la pobreza.
Hay mucho en juego, empecemos.

Empecemos de nuevo


El miedo a no hacer historia debería ponernos de acuerdo.
Las embestidas a la clase trabajadora siempre son feroces, pero en estos últimos años nos han dado ostias por todos los lados y salvo casos excepcionales, ponemos la otra mejilla pa ir rápido del nuevo al trabajo o al paro.
Y no es que no tengamos espejo donde mirarnos, todo lo contrario.
Hay mucho trabajo por hacer, los hambreados ni siquiera saben que lo son, los trabajadores ni siquiera saben que lo son, los derechos han sido arrancados y parece como que no se echan de menos aquello tiempos donde la fuerza sindical mantenía a raya a los dueños de nuestro tiempo y de nuestros brazos.
Mañana, seguro, otro hombre se abrasará con gasolina a la puerta de un ministerio, otra mujer se arrojará por la ventana pa no verse sobremuriendo en la calle, otros niños mirarán el pan de otros y pensarán que la mala suerte  hizo que  nacieran en el lugar equivocado, otros jóvenes marcharán lejos sin la esperanza de un regreso, otros viejos se dejarán morir porque no hay con qué pagarse las boticas, la luz, el agua.
Otros hombres y mujeres trabajarán por unas horas o trabajarán jornadas interminables o vivirán la incertidumbre de los despidos fulminantes, de las condiciones infrahumanas, del “cállate” que hay muchos esperando pero aún hoy se vive todo esto como males individuales que azotan puerta a puerta.
Creo que no todo está perdido, es verdad, lo decía al principio, hay mucho trabajo por hacer, mucha alienación por destruir y no valen lamentos a esta hora.
Es tiempo de construir, poco a poco, hombro con hombro, tenazmente, sin dejarnos embaucar una vez más por los cantos de sirena, amarrémonos fuertemente al mástil de la conciencia y cada emigrante, cada desempleado, cada trabajadora doméstica, cada poeta, o panadero, o repartidor de propaganda o vendedora de claveles por la calle, cada maestro o autónomo o estudiante, cada uno de ellos, de nosotros, tiene la llave que abre la puerta de la victoria y la llave que cierra la puerta de la explotación y de la pobreza.
Hay mucho en juego, empecemos.

sábado, 25 de junio de 2016

Oaxaca


¿A quién importan?
¿A quièn importan  las aulas vacías, las sumas que restan,
los niños puteados porque no tienen con qué pagarse unos libros?
Silencio.
No mueren, los matan.
Los matan mil veces,
 su objetivo también es  
que tenga miedo la infancia  a acercarse a quienes dan semillas a cambio de muerte.

Pero decidme, ¿a quièn importan a esta hora?
¿Acaso el mundo se estremece?

Y yo una vez fui niña y fui a la escuela más o menos alegre.
Con todos mis libros
y un montón de papeles.
A mis maestros no los mataba nadie, tan solo su hastío, su terrible mansedumbre, su alergia a los juegos y a los renglones torcidos.
Mis maestros  no fueron ejemplo de nada,
ni una barricada, sòlo crucifijos,
ni una asamblea, sòlo  castigos,
ni una pizca de empatía, sólo banderas y patria rojigualda.
Pero en México los matan porque sirven.
Porque no quieren que las escuelas sean lugares donde no quepan los pobres.
Yo  pienso a esta hora en mis maestros,
en si alguna vez se limpiaron la babosa indiferencia,
en si son capaces de mirarse en el espejo de Oaxaca
para ver que la mejor lección que se enseña es la dignidad y que por ella hay maestros que  mueren.

miércoles, 22 de junio de 2016

Me cansè


Me cansé de buscar un lugar silencioso  donde no se escuche el estridente ruido de la democracia haciéndose añicos desde el principio.
Es agotador asomarse a los pueblos y ver las sombras que dejan las urnas, las trampas, los juegos sucios, las estafas, la hipócrita actitud de los arrogantes que desean estar arriba pa pisarnos el cráneo, el pan, las cadenas.
Me cansé de pensar que es posible, que quizá las promesas serán ciertas, que vendrán tiempos mejores si vamos de la mano de los que aún no llevan corbata, de los que aún dicen que representan a esta mayoría defenestrada por la pobreza.
Me cansé de mirar el mañana con ese barniz de ilusión fantasma, me cansé de escuchar sus palabras huecas de verdad, lejanas, templadas, arrodilladas.
Me cansaron sus ilustradas interpretaciones, sus sesudos análisis, sus guiños al marxismo, sus números mágicos, sus abrazos al capital.
Me cansaron todos, me hartaron hasta la náusea. Porque soy mujer y soy de pueblo y soy trabajadora y de nosotras no hablan.
No creo en dios, no creo en sus representantes, no creo en estos postulantes que bajan la voz cuando de lo que se trata es de alzarla, de romper la inercia de los buenos modales para sacar a la calle a todo un pueblo que lleva en la cruz demasiado tiempo.
Me cansé, me cansaron, me agotaron sus sueños.
Sólo la conciencia emancipada puede hacerlos ciertos y de eso, claro, los demòcratas no hablamos.

lunes, 13 de junio de 2016

La cicuta


De nada sirve una sonrisa cuando  es oscura la vida,
tan oscura que,  ciega,
sin retinas,
se arrastra a duras penas
sobre yermas ilusiones de justicia.

De nada sirven los colores,
de nada las hermosas caligrafías,
de nada sirven las poemas escritos
en oscuras habitaciones,
donde los niños distraen el hambre
llorando hasta faltarles el aire.

De nada sirve decir que aùn es todo posible
si pensar en el mañana es pensar en el fracaso
de no tener pan pa los hijos,
de no tener ni siquiera una certeza,
de no tener siquiera un sueño tibio con al menos una manta.

De nada sirve que les digan que su tiempo de pobreza ha terminado
que el futuro será su refugio,
que los mesìas azotaràn a los mercaderes.

De nada sirve, es cicuta para la lucha de clases.
Palabras que nunca se harán hueso y carne.

martes, 7 de junio de 2016

Cuando digo paz


Cuando digo paz, digo tierra, digo infancia, digo silencio.
Cuando digo paz, digo paz, hasta agotar mi aliento.
Digo paz pero no callan los muertos,
ni callan los abismos por donde caen al vacío
las memorias terribles,
los terribles sacrificios,
los horribles gatillos con sus dedos de carne y hueso.

Cuando digo paz, digo pan, digo semillas, digo silencio.
Cuando digo paz, digo paz hasta agotar mi aliento.
Digo paz pero no calla el hambre,
ni callan los cuerpos comidos a sì mismos,
ni callan los desiertos poblados de cuerpos resecos,
ni callan las mujeres que paren uno tras otro niños hambrientos.

Cuando digo paz, digo paz, no digo mañana, ni quizá,
digo ahora mismo.
Paz para los vientres y los cielos,
paz con letras y con leche,
paz sin plomo y sin cuarteles,
paz entera,
paz sin plazos.
Paz sin tregua.

lunes, 6 de junio de 2016

La patria


Últimamente la palabra “patria” suena como un martillo que golpea sin cesar. No es que la tenga en mi lista de palabras sucias, no, todo lo contrario, me gusta esa palabra cuando habla de la tierra Palestina, cuando se usa para explicar Venezuela, cuando se manosea pa llamar  Euskal Herria, es decir, me agarro a ella cuando lo que pretende es definir  la libertad.
Pero ahora que estamos en campaña electoral y que parece todo tan democrático y festivo, que se canta la internacional  y se hacen cuentas y promesas, de pronto “patria” está en boca de todos.
Se habla de “patria” pa decir que se respeta el derecho de autodeterminación, se habla de “patria” pa decir todo lo contrario, se habla de patria pa explicar que los otros no son patriotas, se habla de patria con la intención de recordarnos tiempos pasados, se habla de patria pa asustarnos, pa ilusionarnos, pa sobornar votos, pa arrancarlos de las manos de otros.
En fin, la patria, la España de la que hablan, esa España donde prefieren apelar a la unidad con cualquiera de las excusas, olvida que hablar de patria lleva implícito hablar de soberanía, económica también. Y qué curioso todos  esos patriotas han decidido sacar de sus discursos el criminal pago de la deuda, la esclavitud que vivimos por atender a los acreedores, la delirante dependencia de los imperios. Es decir ¿qué es hacer patria para ellos?
Parece que la patria que se propone es la de los vasallos:
¡Viva la OTAN, el Euro, el rey, vivan las cadenas, los obispos
y vivan los pequeños caudillos!

domingo, 5 de junio de 2016

Gladys del Estal, ( asesinada 3 de junio 1979)


 .
3 de junio de 1979

 Fue asesinada Gladys del Estal Ferreño por el guardia civil José Martínez Salas en Tudela (Navarra), durante una manifestación antinuclear. El asesino fue juzgado el 14 de diciembre de 1981 en Pamplona en un proceso lleno de irregularidades, y condenado a sólo un año y medio de cárcel, que no llegó a cumplir, casi la misma pena que la de un ecologista de Mallorca (un año de cárcel), cuyo único delito fue colocar una pancarta de protesta contra la muerte de Gladys.

Que fácil fue matar a una mujer sentada.
Qué fácil el disparo en la nuca, la patada.
Por cojones, porque le dio la gana,
porque ordenaron dar caña,
abrir fuego,
 dispersar la paz a golpes de culata.

Qué fácil decir después
 que fue imprudencia temeraria
para pasar página con el asesino premiado
con medallas.

Qué difícil es hoy mirar pa atrás,
recorrer los caminos de tu ideario,
ver que tus huellas están aún marcadas,
que no tuviste la sencilla revancha del castigo a los canallas.

Qué difícil es creer en las urnas
cuando se atajó a la conciencia con metralla,
cuando se reventó tu vida con un tiro de gracia,
cuando por tu nuca, Gladys, entró el plomo
y por la nuca de los pueblos entró  la democracia.