miércoles, 1 de marzo de 2017

3 de marzo, Gasteiz


El 3 de marzo asesinaron en Gasteiz a cinco trabajadores. A quemarropa.
Más de cien personas heridas, muchas de ellas de gravedad.
 Se paró en seco la ciudad, los que no están acostumbrados a tener miedo lo tuvieron y sin temblarles la voz dieron la orden de los “mil tiros”, de “la mayor paliza de la historia”, de la masacre.
Los que luchaban pagaron con cinco vidas y la impunidad continuó su camino hasta nuestros días.
Hoy todo sigue atado y bien atado, la clase trabajadora desorientada, perdida en las colas del desempleo, detrás de los mostradores de las tiendas, de las barras de bar, re -esclavizada por las ETTs, mendiga en los comedores solidarios, desahuciada una y otra vez languidece en los barrios y en los pueblos tragando toda esta violencia.
Inmóvil y aislada parece que no tiene fuerza para responder a los latigazos que reciben.
Y van pasando los años y cada vez es más grande el abismo por donde son defenestrados los emputecidos. Cada vez son más los que caen en este empobrecimiento insostenible, donde el trabajo no da pa comer, donde el trabajo es casi un espejismo.
 En 1976, en Gasteiz, en toda Euskal Herria, en aquel tiempo en todo el Estado español se plantó cara a este destino fatal que quería condenarnos a la mansedumbre, a la ceguera, a la afonía.
Hoy la condena es firme.
Sentenciada a la miseria, la clase trabajadora no reacciona o lo hace aisladamente o se sienta a esperar que un mesías detenga los ataques.
Da tristeza pensar que tantas vidas tiroteadas por toda la geografía hoy no nos sirvan.
 Sin conciencia, hambreados, esclavizados, aceptamos cabizbajos no salvarnos a nosotros mismos.
¿Hasta cuándo podremos resistirlo?

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