miércoles, 31 de mayo de 2017

No vamos armadas



No sólo nos asesinan porque entienden que la mujer es apenas nada, que no vale su vida, ni sus ideas, ni sus palabras.
No sólo nos exterminan porque quieren ser dueños del amor, de la tierra, de los hijos, de las casas.
No sólo nos descuartizan a escondidas una a una, también nos ponen con sus leyes en el patíbulo a esperar de cualquiera el tiro de gracia.

No sólo nos matan por pobres, por putas, por adulteras, por ilustradas, por dejar enfriar la comida o planchar mal las camisas.
Nos matan porque no nos temen.
No temen nuestra respuesta ni nuestra rabia.

El violador sabe que la mujer que es violada no va armada.
El acosador sabe que a la mujer solitaria puede tocarle las tetas, el culo, o arrancarle las bragas porque no lleva ningún arma.
El asesino que entra en su casa dispuesto a degollar a la madre, esposa o hermana, sabe que no van armadas.
Los que nos faltan el respeto, nos ignoran, ridiculizan, menosprecian, humillan, saben que no vamos armadas.
Pero si estuviéramos organizadas como una guerrilla, como un batallón poderoso... si ante cualquier agresión, ante cualquier violación, ante cualquier maltratador un ejército de mujeres bien entrenadas desfilara en frente de sus domicilios, de sus trabajos, mostrando sus puños cerrados, sus corazones irredentos, sus cuchillos afilados.

Si ante cualquier sentencia absolutoria, ante cualquier golpe, insulto, tocamiento, amenaza, mostráramos que estamos dispuestas a imponer nuestro deseo de ser iguales justificando el fin con otros medios menos ortodoxos, pero quizá más eficaces, veríamos entonces, si no se acababa por las bravas con tanto hijo de la grandísima esparcido por el mundo con toga, uniforme, martillo, doctorado o con arado.

domingo, 21 de mayo de 2017

Los mangantes


Las poetas no deberíamos intentar explicar el mundo más allá de nuestros asuntos de corazón, pero no soy poeta al uso, yo también camino con dificultad entre el fango.
Estos días parece que la corrupción está ahogándonos, la podredumbre sale a la luz con todas sus tinieblas, los ladrones avalados por las urnas se pasean por los tribunales y la gente, encolerizada, intenta salir del shock para exigir pulcritud y decencia.
Mientras esto sucede, nos vigilan más de cerca, nos acorralan con leyes, nos dicen suave o toscamente que esto seguirá así por los siglos de los siglos. Es la democracia.
Con la finura de los reyes o la patanería del concejal de pueblo la rapiña continuará.
Nosotros, la gente sencilla y trabajadora, aún no queremos darnos cuenta de que por las buenas esto no cambiará, quizá algunos vayan a la cárcel, igual algunos paguen con humillación su ladroneo y prepotencia, quizá algunos se retiren antes de empezar a corromperse, pero lo cierto es que una vez apagado el foco que alumbra a unos cuantos sinvergüenzas el sistema será capaz de regenerarse pa poder seguir mangando.
De eso trata esta democracia.
Banqueros, empresarios… gentuza que lo quiere todo: salud, educación, fuerza de trabajo, materias primas… su dinero lo compra todo: voluntades, ideas, principios, coherencia.
Desengañémonos, los pilares del sistema no tiemblan, aunque lo parezca.
La solución no está en oxigenar una democracia que se nutre del capitalismo más genocida.
Nuestro verdadero problema es el capitalismo.

Dentro de él, respirando desde su entraña, todo cambiará para volver a ser lo mismo.

jueves, 4 de mayo de 2017

Poema tonto XX


A veces los poemas  invaden territorios,
revientan en pedazos ideas o canciones,
y dejan a la gente vagando por fronteras donde nadie les espera.

A veces, los poemas imponen su fe y sus banderas
en cuerpos  que hastiados caen y se desangran
sin saber como vivir de estrofas que diezman ilusiones.

A veces los poemas
describen con caligrafías señoriales a amantes imposibles
que mueren ahogados en su tinta
por  la impostura de creer en espejismos.


A veces los poemas ignoran  nuestro olor a sudor, a café, a fritanga,
callan nuestros huesos gastados, nuestra rutina mecánica,
nuestro cansancio  que nace los lunes y muere los domingos.


A veces los poemas engañan,
dicen que las estrellas, que los ciervos, que las madrugadas,
dicen que las rosas,
pero en nuestras casas no hay ventanas con flores,
 los cielos que miramos arrojan demasiada muerte
y los animales son despellejados vivos mientras rezan sin paz los fieles.

A veces los poemas desnudan corazones ilustrados
pero dejan sin voz a quienes friegan el mundo,
a quienes barren los escombros,
a quienes siembran los campos callados y harapientos.
 A veces  los poemas nos olvidan,
a veces los poetas,
a veces la poesía.