viernes, 29 de diciembre de 2017

2018


Yo no sé si a ustedes les sucede lo mismo que a mí cuando termina el año, supongo que sí, que también echan la vista atrás y hacen balance de los daños causados, de los daños recibidos, de los asombros, de las alegrías, de esta fragilidad con la que vivimos que merma nuestras fuerzas o las aumenta de manera colosal.
Pero más allá de esto, de la hiel y de la miel de la existencia, están los otros, los que además deben cargar con el peso de las injusticias.
Pienso ahora mismo en la soledad de las cárceles donde cada vez hay más de los nuestros y menos de los de ellos, pienso en la mujer mexicana que acarreó el cadáver de su bebé en un autobús para poder enterrarlo en la aldea, con los suyos. Pienso en los que se mueren abrasados para no morir congelados, pienso en mis viejos queridos que no tienen para jarabes ni pomadas, pienso en la prostituta apaleada hasta la muerte  que no es siquiera un número en las cifras de violencia machista,  pienso en el argelino preso en un CIES que se ha suicidado, en la mujer que ha fallecido esperando doce horas en la urgencia de un hospital, pienso en las personas que están en la calle, invisibles, como perros sarnosos a los que nadie quiere mirar.
Pienso en todo lo que queda por hacer. Apenas hemos andado.
A veces entre tanta oscuridad vemos el destello de una estrella, es cierto.
La solidaridad con los jóvenes de Altsasu es buena muestra de ello.
La dignidad de los catalanes, otro ejemplo.
La victoria al imperialismo en Siria. Otro.
La rebeldía en Argentina otro. Así, candiles aislados en este firmamento de violencia nos sirven de brújula, de guía.
Por eso hoy me he decidido a escribir estas letras, porque a pesar de como nos sentimos, de los escombros sobre los que nos erigimos, de la vida jodida que nos apedrea de mil maneras diferentes, esos destellos de luz poderosos, extraordinarios, alumbran firmemente nuestros pasos.
Es urgente avanzar, llevamos siglos de retraso, atrás quedaron muchas vidas, atrás quedaron demasiados sueños y luchas. Atrás quedó casi todo el pan y casi todas las semillas. Casi todas las canciones y casi todas las palabras que llenan de sentido lo cotidiano.
Vivimos la noche más oscura pero no podemos quedarnos quietos, sólo caminando con los ojos abiertos llegaremos al amanecer de un nuevo tiempo.

Urte Berri on 2018.

martes, 19 de diciembre de 2017

Apenas Silvia


Yo quise ser como Dolores,
o Tania o Rosa Parks.
Hubiera querido defender a los mineros en Asturias,
cargar con un fusil por Sierra Maestra
o quedarme sentada en el autobús hasta que ni una sola mujer negra más fuera humillada
Pero me llamo Silvia.

 Yo quiero ser como Leila Khaled,
o Angela Davis
o Arundhaty Roy
pero me llamo Silvia
Sólo me llamo Silvia.
Sólo escribo poemas,
apenas nada,
apenas unas palabras
mientras otras pierden la vida
en manos de militares,
mientras otras van a la cárcel,
mientras otras son olvidadas en fosas que nadie sabe.

Me llamo Silvia Delgado
confieso que sólo escribo poemas,
apenas nada
en un mundo donde no urgen poetas
si no partisanas.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Los tirantes


El sentido común se esconde bajo la víscera, la mala leche lo enfanga todo y la presunción de inocencia se olvida en estos caminos de ira españolista.
Un joven ha sido detenido y los medios de información han engrasado la trituradora para destrozarlo públicamente.
Sin juicio, sin saber qué hostias ha pasado, las redes se suman al linchamiento, afirman sin rubor que lo han matado porque llevaba tirantes rojos y amarillos. Y se quedan tan panchos. Nada más se sabe de momento.
Pero como tiene rastas, ya estuvo en el talego, es chileno, es rojo, okupa, maricón, anarquista, vasco, catalán o ateo es suficiente argumento para desollarlo.
La casquería en la que se han convertido muchos periodistas trabajan a pleno rendimiento para que el populacho pida venganza, no para que se exija justicia por los mendigos que queman, no para los homosexuales que golpean día sí y día también, no para los zurdos que insultan, no para los hinchas de futbol que arrojan al río. No.
La justicia desaparece siempre por el lado antifascista de nuestras vidas.
 Rodrigo Lanza, de momento yo sí te creo.


martes, 12 de diciembre de 2017

El pan y mi poesía


Yo quiero poesía para todos, poesía que no cueste el esfuerzo de renunciar al pan o a los vinos.
Ahí es donde quiero que estén mis versos.
La poesía, si aún soñamos con hacer de ella una herramienta, debe ser humilde, necesaria y accesible, como el agua.
Y para conseguir esto no basta con sacar los versos a la calle, con gritarlos, con agitarlos igual que banderas ciegas, no basta con ser la voz del desencanto. Si alguien, quien sea, desea en la intimidad de su casa, leer lo que hemos dicho en su nombre, pero no puede adquirir el libro, entonces, nuestro discurso, (al menos el mío), queda vacío.
Siempre me cuestiono a mí misma por la distancia que existe entre mi decir y mi hacer y por esto intento que cada vez haya menos abismo.
Mi obsesión es desempeñar este oficio con la pulcritud de la coherencia.
Hace tiempo que decidí ser poeta para acompañar con mi voz la barbarie de este tiempo, hace tiempo que mi poesía va unida, como un cordón umbilical, al llanto y a la ira y por esta decisión que tomé creo que de nada serviría mi escritura si luego quienes sufren la tragedia de todas las injusticias no pueden tener los poemas que deletrean su dolor, nuestro dolor y que son el nombre propio de nuestros escritos.
Me debo a los que padecen callada y diariamente. Mi deseo es que puedan llevarse versos al corazón como se lleva aire a los pulmones, sin apenas darse cuenta. Sin más peaje que la gratuidad de internet o la venta de mi poemario a precios asumibles.
Yo sé que sueño demasiado pero hay más que sueñan conmigo. Editorial Reflector también lo hace, tercamente, con cada nueva edición, con cada nuevo autor, a cara descubierta.
Los sueños son pequeñas huellas que muestran el camino hacia Utopía.
Yo pongo mis dedos pegados a la tierra para leer hacia donde se dirigen.
Ojalá sirva caminar. Ojalá mi poesía sea capaz de acompañarlos en estos tiempos de vigilias.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Los sudarios



 Mientras Palestina desparece de los mapas, mientras borran sus fronteras a golpe de masacre, de cárcel y de hambre, tejen sudarios para los niños.
Tejen sudarios porque saben que morirán más y más deprisa, porque no van a dejarse arrebatar Jerusalén, porque ya todo lo han perdido.
Tejen sudarios para los niños mientras detienen a sus hijos,
mientras cae el plomo y las casas se convierten en ceniza,
mientras se desangran los olivos y el cielo supura luces que asesinan.
Tejen sudarios y guardan las llaves, tejen sudarios y se miran las manos y tejen más rápido y tejen y tejen, tan blanco, tan blanco, tan rojo de pronto, de pronto tan rojo.
Tejen sin luz, sin aire, sin pan, con muñones.
Tejen las madres, tejen los padres, tejen los huérfanos que vieron la muerte precoz y de balde.
Porque van a defender su tierra tejen y tejen sudarios con rabia y con lágrimas.
La guerra ha empezado, el Imperio está alegre, Israel ya dispara.
Los niños se enfrían, nunca un sudario sirvió al mundo de abrigo. 

viernes, 1 de diciembre de 2017

De espaldas


A veces tranquiliza pensar que un día la historia pondrá en claro las cuentas.
Tranquiliza pensar que los que hoy viven la gloria belicista, mañana serán sepultados con la ira de los pueblos que están siendo diezmados.
Quizá entonces Libia, Irak, Siria, Afganistán o Palestina muestren la verdad de sus entrañas a los que quisieron imponer violencia a cambio de democracias y de tierra.
Quizá señalen con sus muertos a los que callaron cada uno de los bombardeos, a los que denigraron cada una de las resistencias, a los que ningunearon el dolor hasta convertirlo en una anécdota, a los que desinformaron para que creyéramos que el problema eran las víctimas, a los que sosteniéndose en su reputación de intelectuales cerraron los ojos y acariciaron al imperio que quiso arrasar con todo.
A veces tranquiliza pensar que la memoria es un ser vivo que pasa de mano en mano, de patria en patria, de siglo en siglo.
Sirve de consuelo pensar que no habrá olvido, que quizá mañana los que hoy caen tiroteados serán honrados con justicia.
Ojalá sea así y lo veamos.
Pero no quiero pensar en el futuro cuando  es hoy y ahora lo que importa: más muertos en Nablus, más gente sin casa, más infancias hambreadas, más grilletes, más cadenas, más infamia.
Y nosotros, de espaldas.